En todas las despedidas hay una mezcla inevitable de emociones: la nostalgia, que nos recuerda los momentos compartidos, la incertidumbre y el vacío que deja lo que se va. Pero también hay esperanza, esa chispa que nos empuja a ver cada final como un nuevo comienzo, y la ilusión por todo lo que puede deparar el futuro.
Cada ciclista del RACC HolaBICI Team vivió su propio torbellino de pensamientos al cruzar la línea de meta de La Ciclobrava 2024. Esta marcha fue el colofón a una temporada cargada de desafíos y emociones para todas ellas. Y, como toda despedida tiene su dosis de emoción, podéis imaginar cómo acabó la carrera del pasado domingo: con lágrimas y abrazos entre todos los miembros del equipo. Aunque lo cierto es que, desde el principio, Miriam Vilar, Meritxell Sabaté, Aida Escalada, Nemesí Márquez, Cristina Borrás y María Navío querían dar lo mejor de sí para que este fuera el broche final de un año lleno de esfuerzo y constante superación, tanto a nivel deportivo como a nivel personal.
El reto de esta última cita no era fácil: 150 kilómetros en una ruta circular desde Girona, con más de 2.000 metros de desnivel positivos. Como si el destino hubiera decidido poner a prueba una vez más al equipo, la lluvia hizo su aparición en los primeros compases de la carrera. Las gotas comenzaron a caer justo cuando las ciclistas apenas habían tomado ritmo, y el asfalto, que hasta entonces parecía amigable, se convirtió en un enemigo resbaladizo. Algunos de los ciclistas participantes perdían el contacto de la rueda con el firme y se caían, por suerte, sin consecuencias graves.
La lluvia no solo retó su resistencia física, sino también su capacidad mental para mantenerse enfocadas, sabiendo que tenían ante sí un reto aún mayor: afrontar los cuatro duros puertos que había en el recorrido. El primero en presentarse fue Sant Grau d’Ardenya, una subida que, con las condiciones meteorológicas y el asfalto más frío, se tornó aún más desafiante. Las rampas, empinadas y constantes, hacían que cada pedalada demandara un extra de concentración.
Después llegó Romanyà, conocido por ser uno de los puertos de la segunda etapa de La Volta 2019. Este tramo trajo consigo recuerdos de otras batallas ciclistas, pero esta vez el desafío era más personal. El equipo, a pesar del cansancio, mantuvo el ritmo, apoyándose unas a otras.
El tercer puerto, La Ganga, también presente en la misma edición de La Volta, no fue más indulgente. Las piernas ya pesaban y algunas de ellas sufrieron rampas y calambres. Por si fuera poco, les esperaba la subida de Montjuïc, un clásico de La Ciclobrava y el anuncio de que la entrada a meta les esperaba a tan solo unos kilómetros de distancia. A pesar de las dificultades, cruzar ese último puerto fue una especie de liberación, un símbolo de la fortaleza acumulada a lo largo de la temporada.
Al llegar a la meta no hubo una explosión de euforia, sino algo más profundo: un abrazo silencioso entre compañeras que habían compartido el desafío. Los miedos, las dudas, los momentos duros…, todo parecía desvanecerse en ese instante.
La Ciclobrava fue una despedida, sí, pero también la celebración del viaje recorrido este año. Y, como se suele decir, el inicio de un nuevo comienzo es el final de una historia. Así que vamos a confirmar que La Ciclobrava solo fue el preludio de todo lo que está por venir.
¡Gracias por todo el apoyo en estos meses de competición! ¡Nos vemos en las carreteras!